Toda savia tiene su final.
He aquí su terminar,
donde las luciérnagas callan
y la luna habla.
De nada valdrá correr, gritar, pactar...
pues no te salvarás.
Tic, tac, tic, tac,
la cuenta atrás.
Mientras la llama del ánima se apaga,
y se escucha lo que la parca te da,
no malgastes el rocío de tus ojos por la ida,
que, aquí, en el fin, termina la vida.
Borrosa se vuelve la vista,
hasta solo ver sombras del ocaso,
cuando desesperado ruegas compañía,
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