Triste y deprimente vagas por los
senderos, como un ángel caído, sin alas y dolorido. Vives en las
calles, afligido con el universo, convirtiendo a las estrellas en tu
nuevo techo donde no habitan luces de consuelo para tus pensamientos
mustios, llenos de recuerdos.
Ermitaño te han
llamado,
aquellos que
dicen ser felices,
mientras que en
tu mundo:
los amaneceres no
existen,
la primavera se
despide
y los pájaros
cantan dormitados.
Desmelenado y
encorvado prosigues el camino mirando al suelo, buscando en cada
recodo, un motivo para seguir vivo. No hay noche estrellada sino truenos
y relámpagos, que como tempestad en tu cabeza, revientan.
El alcohol se ha
convertido en tu falso amigo mientras te envenena y fusila. Todos te
miran con desprecio y enojo sin conocer la penumbra de una vida que
antes fue hermosa y, ahora, es como una tormenta que solo reposa en
esa nube amorosa
Querido Ermitaño,
te estás
volviendo en ser sin alma, pues esta se fue junto con los pocos
que te apoyaban. Aunque el día sea tu tormento, busca un lucero y
conviértelo en tu sueño. No esperes más con impaciencia, viaja
hasta las estrellas y diviértete con ellas. Fúndete con su abrazo,
iluminando el Ródano, inspirando a artistas, recuperando la vida.
Ermitaño te
llamaban,
y motivos no les
sobraban.